Conversando de cine. Luis Bustos


Educador que disfruta de la lluvia y añora los trenes. Movimientista (en lo social) de temprano momento y aprendiz del  proceso de conocimiento surgido por las variopintas iniciativas comunitarias. 
Ilustración: Leonor Pérez


CONVERSANDO DE CINE 1

Amor sin barreras: “La permanente tensión entre Capuletos y Montescos”. 
En mayo de 1961 se estrenó el filme West Side Story (exhibida en Chile bajo el título de “Amor sin barreras”). La película, un musical poderoso a nivel de partitura (escrita por Leonard Berstein) y de gran plasticidad coreográfica (creada por Jerome Robbins) narraba la historia de María (una joven puertorriqueña encarnado por Natalie Wood) y Tony (un joven estadounidense protagonizado por Richard Beymer).

Lo complejo y al mismo tiempo interesante de la cinta era la combinación que tenía entre lo operático de su estructura musical, y el rol relevante que tenía la danza. Años antes (1957) la obra había sido estrenada  en Broadway y Robbins la adaptó para el cine bajo la co-dirección de Robert Wise. Los estudiosos del cine señalan que las mejores partes del filme fueron asumidas por Robbins y dada la obra posterior de Wise pareciera ser un argumento que les da la razón. Stephen Sondheim fue el letrista (hoy es un músico consagrado y altamente reconocido a nivel de musicales en Broadway) y los guionistas fueron Arthur Laurents (recientemente fallecido) y Ernest Lehman.

En la película la cámara tiene un movimiento permanente que tiene en las calles de ciertos barrios del sector oeste Nueva York su protagonista principal, sin embargo muchos de los escenarios donde se rodó la adaptación cinematográfica de 1961 eran decorados. La historia señala que algunos exteriores se rodaron en un barrio de Nueva York que iba a ser demolido. Los decoradores tuvieron que transformar fachadas, poner ventanas, escaparates, anuncios, etc. para recomponer las calles. Cabe precisar que tampoco se trata de una simple adaptación de una obra teatral (en este caso una suerte de Romeo y Julieta moderno, en la que Montescos y Capuletos son reemplazados por The Jets y The Sharks) sino de un verdadero musical coreográfico. El papel del territorio (el marcar y ocupar espacios), las disputas entre bandas, la exclusión de los jóvenes puertorriqueños, pero también la marginalidad de los jóvenes estadounidenses pobres – como afirmación de sentido de pertenencia y de identidad hacen que la temática del filme tenga plena vigencia.

En la cinta Natalie Wood y Richard Beymer fueron doblados para la interpretación de las canciones, sin embargo los co-protagonistas tendrían un desempeño significativo, como fue el caso de Rita Moreno en el rol de Anita y el de Russ Tamblyn y George Chakiris como los jefes de los Jets y los Sharks respectivamente. Rita Moreno y Chakiris obtendrían sendos premios Oscar de la categoría de actores secundarios.

La partitura de Berstein, llena de combinaciones rítmicas (jazz, mambo, estructura sinfónica), variadas armonías y una relación equilibrada entre lo melódico y lo contrapuntístico convierten su música en un lenguaje musical, lleno de ritmo y matices expresivos. Esto a nivel visual fue muy bien plasmado y ahí – es justo decirlo – Robert Wise algún mérito tuvo aunque es efectivo que la influencia de Robbins es decisiva para combinar de manera acertada drama, música y danza.

A mitad de camino entre Broadway y la ópera es evidente, en este caso, que el paso de los años no le ha jugado en contra a esta cinta; por el contrario la reciente presentación de una versión original de la película (sin los cortes comerciales realizados en 1961 para su distribución mundial) demuestra que el filme que ya  ha cumplido más de 50 años ha soportado bien el paso del tiempo y su temática se  mantiene vigente.



Conversando de Cine 2

Hace un  tiempo fuimos testigos, por la televisión primordialmente, del impacto provocado por el terremoto y tsunami en Japón. Aparte de compartir con esa nación asiática del océano Pacífico estos fenómenos telúricos poco sabemos de ellos. Sin embargo  hay una figura del cine que si ha formado parte de nuestras conversaciones: nos referimos a Akira Kurosawa (1910-1998). Sabemos de él que fue el menor de siete hermanos y que sus inquietudes iniciales estaban relacionadas con las artes plásticas. Tal vez por ello, unos de los episodios de su filme “Los sueños” está dedicado a Van Gogh (encarnado por Martin Scorsese), tal vez queriéndonos hacer ver que su primera vocación fue la pintura.

En Chile sus películas se han visto de manera discontinuada. Tal vez las más conocidas sean “Rashomon (1950) y “Los siete samurai” (1954). La primera de ellas un intenso y bello relato acerca del tema de la verdad. Su calidad fue reconocida de inmediato y así fue como en 1951 obtuvo el premio máximo en el Festival de Venecia. Kurosawa con su modestia y sencillez que le caracterizaron a lo largo de su vida señaló que “en realidad no es tan buena”. Sin embargo al paso de los años se comprueba que se trata de un filme notable que hoy es muy utilizada en  diversos cursos universitarios vinculados a la estética o a la epistemología. La segunda de las nombradas es una suerte de western
japonés y por ello no extrañó que John Sturges (en 1960) dirigiera un remake en Hollywood (“Siete hombres y un destino”) con la actuación de una serie de actores renombrados de la época (Yul Brinner, Steve Mc Queen y Charles Bronson entre otros). No faltará el (la) lector (a) informada que nos dirá: “algo similar sucedió con Rashomon”. Efectivamente el director Martin Ritt hizo su versión en la película “Las cuatro verdades” en 1964. Algo parecido sucedería con Yojimbo que Kurosawa filmara en 1961. Película llena de acción fue también replicada el año 1964 por el cineasta italiano Sergio Leone bajo el título de “Por unos dólares más (con la actuación del mítico Clint Eastwood).

Pero volviendo a “Rashomon” es necesario señalar que este filme presenta una puesta en escena de gran intensidad, partiendo por la magnífica interpretación que hace su protagonista Toshiro Mifune (también protagonista principal en “Yojimbo” y “Los siete samuraii) y por su nivel de fotografía.

En 1952 Kurosawa realizará el filme “Vivir” una suerte de Fausto pero contado desde otra perspectiva. La historia tiene plena vigencia especialmente si asumimos la influencia que el capitalismo occidental ha tenido en Japón. La tesis que vivir significa hacer por algo por los demás alcanza una gran profundidad, tal vez por ello el cineasta japonés diría años después refiriéndose a la película: “Siento que me queda tanto por hacer, siento que he vivido tan poco. Entonces me quedo pensativo, pero no triste. De ese sentimiento nació Vivir” (Revista Enfoque N° 16).

En 1980 obtendría la Palma de Oro en el Festival de Cannes por su filme “Kagemusha, la sombra del guerrero”. Filme de exquisita belleza estética, con una historia feudal de gran dramatismo donde la ilusión, la realidad y la complejidad de los procesos de identidad se tensionan cuando lo propio se le quiere traspasar a otro.

Las fuentes teatrales tampoco han estado ausentes en sus películas. Es el caso de “Ran” (1985) donde la historia que se narra tiene mucha relación con Macbeth y el Rey Lear. Es una cinta plagada de tensiones, tragedia e incertidumbre, por lo mismo angustiante en su narración.

En 1990 realizó “Los Sueños”, película que está construida sobre la base de ocho episodios (sueños). Es una fina demostración de la agudeza contemplativa del director japonés. Filme de despliegue estético, de problematizaciones acerca de lo que implica le cuidado de la naturaleza y el respeto a ciertas tradiciones que buscan sobrevivir a una modernidad avasalladora e deshumanizante.

Finalmente en 1993 filma Madadayo cinta donde nuevamente nos impacta con su capacidad contemplativa, su cariño por la amistad (es la historia de un viejo maestro jubilado que es visitado por ex alumnos), la sabiduría de las tradiciones y el cariño que manifiesta por la vida (Madadayo significa “aun no estoy preparado para partir”) donde cada instante de ella es una oportunidad para celebrarla.



HABLANDO DE CINE 3

Como lo decíamos en artículos anteriores los (as) seguidores del cine en nuestro país han estado fuertemente influidos en sus gustos por la presencia casi sin contrapeso de las producciones estadounidenses. Especialmente si ello lo contrastamos con la presencia del cine europeo (por poner un ejemplo significativo). Sin embargo ha habido épocas en las cuales, el cine europeo, por ejemplo, ha tenido mayor presencia e influencia en las preferencias de nuestro público y en las reflexiones de la crítica especializada.

Las grandes utopías y sueños de transformaciones político-sociales de los años 60 provocaron la emergencia de la “nouvelle vague” (“nueva ola”) en Francia, que alguna incidencia tuvo en el cine hollywoodense de ese tiempo. Por cierto conviene precisar que esa influencia tuvo más bien un impacto en el ámbito económico que en el artístico y que la expectación producida no disto mucho de la provocada durante la post-guerra por el neorrealismo italiano.

Sin embargo es justo expresar que ese nuevo cine francés demostró que era posible hacer cine de calidad con presupuestos modestos y con temas relacionados con la vida cotidiana pero que posibilitaban – de manera aguda e incisiva – la profundización de las miradas frente a los aconteceres que afrontaban los hombres y mujeres sencillos (as) de la sociedad. Estos y otros cineastas promovieron ideas claves y profundas para analizar a la  sociedad contemporánea sin limitaciones de clases o de fronteras ideológicas. En ese contexto surgen los nombres de Alain Resnais, Jean Luc Godard y Francois Trauffaut que traen nuevas miradas para abordar temáticas que el cine estadounidense no frecuentaba. Para el público chileno se hacen familiares títulos como “Hiroshima mon amour”, “Sin Aliento” o Los Cuatrocientos Golpes”. Se buscan ejemplares de la revista “Cahier du cinema”, de la cual provienen algunos de estos cineastas y surgen cine-clubes en las esferas universitarias. Mención especial requiere el Cine Club Universitario que funcionaba en Santa Lucía 240 sede, en esos años, del Club Deportivo de la Universidad de Chile que entre otras iniciativas difunde las películas del cineasta sueco Ingmar Bergman.

El gran público opta por seguir actores o actrices. Es así como Alain Delon, Jean Paul Belmondo, por el lado de los franceses, se convierten en importantes referentes (ya lo habían sido antes Jean Gabin, Daniel Darrieux y Gerard Phillipe). A fines de los 50 había emergido la figura de Brigitte Bardot, Jean Moreau y el de la alemana Romy Schneider, a través de las películas “Sissi”, pero ella haría gran parte de su carrera cinematográfica en Francia. Los italianos, como Vittorio Gassman y Marcelo Mastroianni  también serían del gusto popular así como sus compatriotas Gina Lollobrigida y Sofía Loren entre las féminas.
“La dolce Vita” de Federico Fellini se convertiría en un filme obligatorio de ver y comentar, especialmente por la presencia de Anita Ekberg y la canción “Patricia” de Pérez Prado. Las comedias de Dino Risi convocarían a un público masivo y filmes como “Il Sorpasso” y “Los Monstruos” se mantendrían por años en la memoria colectiva.

El cine británico tampoco estaría ausente de nuestras pantallas. Directores como Lindsay Anderson o Toni Richardson serán nombres que abrirán nuevas perspectivas. Actores como Richard Burton, Richard Harris y especialmente Sean Connery por su James Bond serán los preferidos del gusto popular.

En la actualidad, por la influencia de la globalización y por la presencia sin contrapeso de las compañías distribuidoras estadounidenses nuestro público se ha quedado al margen de  lo que generaciones anteriores conocieron de la producción cinematográfica europea. No
obstante una y otra generación han vivido algo similar: la existencia de un imperio que no solo coloniza en lo económico sino también en lo cultural influyendo así en las conversaciones cotidianas de todos nosotros, expresadas en este caso, en lo que el cine nos puede aportar – más allá de la diversión - para nuestras reflexiones.



Conversando de Cine 4

En la historia el cine hay canciones que han sido señeras. Una de ellas es “Sobre el Arco Iris” tema emblemático de la película “El Mago de Oz” que desde su estreno en el año 1939 ha sido vista por diferentes generaciones.

Sus autores Arlen y Harburg probablemente no imaginaron las proyecciones que tendría su canción. Lo curioso del caso es la gestación que tuvo este tema musical. Al respecto es oportuno citar lo que el propio Harold Arlen señaló en su momento:

“Habíamos terminado todas las canciones para ´ El  Mago de Oz´ con excepción de una para que Judy Garland la cantara en Kansas. Necesitábamos algo muy profundo, una melodía de larga extensión con mucha emoción y sentimiento. Me fue difícil encontrar algo apropiado. Un día, durante un paseo en automóvil, se me ocurrió repentinamente algo que se convirtió más tarde en  ´Over the Rainbow.”

Nosotros, a lo expresado por uno de los autores, podemos agregar que al día siguiente se la mostraría a su letrista.

Harburg, que era el letrista, años más tarde expresaría:

“Al principio pensé que era demasiado sinfónico para una chica de Kansas. Le dije a Arlen que era que me parecía algo como para Nelson Eddy”

Por otra parte los ejecutivos de la Metro, poco después de la premiación del filme, estimaron que la canción retardaba la acción y ordenaron que fuera eliminada de la película. Los historiadores del cine señalan que de hecho fue cortada tres veces, a pesar de la oposición del productor asociado Arthur Reed, quien – gracias a su tozudez – logró que la canción fuera restaurada definitivamente.

En cuanto a la intérprete – Judy Garland – este tema sería su carta de presentación que la acompañaría hasta el final de sus días que terminaría de manera trágica – esta canción reforzaría su fama y la melodía hasta el día de hoy se asocia justamente a su nombre. Esta extraordinaria cantante diría sobre este tema:

“Simboliza tanto los deseos y los sueños de cada persona que estoy segura que esa es la razón para que a mucha gente se le llenen los ojos de lágrimas cuando la escuchan. Es la canción que está más cerca de mi corazón”.


Ya con el paso de los años podemos afirmar que “Sobre el Arco Iris” es una de las canciones más hermosas que se haya  escrito para el cine y El  Mago de Oz se convirtió en un clásico del cine infantil de todos los tiempos y Judy Garland, a pesar de haber fallecido en 1967, sigue estando entre las mejores cantantes de música popular de todos los tiempos.

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