Asistente social, luchadora incansable de los derechos
laborales, la educación y el bienestar de los trabajadores. Escribe cuentos,
ama la poesía, intentando algunas veces ingresar a este género poético.
En esta ocasión
cita en su leyenda metafórica “El Hijo del Viento”, sucesos discriminatorios de
nuestra obsesionada sociedad que sin juicios previos condena hostilmente a
grupos étnicos, sociales, sexuales… representado en este cuento por un bosque
de álamos, que miran despreciativamente al frágil retoño de su especie que no
posee la legitimidad de su origen acreditado con semilla seleccionada. Conmueve
el dolor de la madre por esta humillación, a la vez, da fuerza a su hijo
admirando, con orgullo, su resplandeciente desarrollo. La fuerza de la
maternidad destroza el prejuicio de haber concebido un hijo fruto de un amor
inesperado, el valor de una nueva vida puede romper barreras.
Acá
la prosa y la poesía se enredan en una naturaleza fresca, acogedora, boscosa.
Hijo del
viento
2012
El bosque de
eucaliptus, triste, nebuloso, de hojas
perfiladas, rodeaba un prado afable de hierbas verdes, juguetonas, el pálido
rayo de la luna naciente, despertaba el trovar de las luciérnagas. Los
paseantes elegían este rinconcito de paz relajándose del ajetreo diario de sus
jornadas de trabajo.
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El sol se iba
empañando, el conejo levantó su oreja, las cucarachas en remolino corrieron
hacia sus agujeros, las flores languidecían, los eucaliptus se columpiaban, el
viento con violencia rompía la rítmica
melodía de la naturaleza.
-¡Ay-ay-ay! -
graznó el cuervo azul envuelto en un chubasco
- ¡La Pacha Mama!
- se está rasgando, se arrastra entre los pedruscos
- ¡Miren! - su
fisura es cada vez mayor, sus contracciones progresivas zarandean los árboles,
el silencio nos invade.
Súbitamente los
pastos se iluminaron, el sosiego se interrumpió con el bramido brioso de la Mapu que concluyó en una carcajada. Del fondo de la tierra
emergía un brotecito luchando por llegar a la superficie. En un último esfuerzo
ella se enderezó auxiliando al débil tallito aún húmedo, cubierto de
borroncitos blancos .Una vez más, EL,
cautivaba con el misterio de la vida.
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El renuevo se
alimentó de la salvia de su madre, captaba los rayos de sol, el rocío humedecía
sus ramas, la brisa pulía sus hojas. Ella engreída contemplaba el progreso de su
capullo. Era un álamo que se embellecía ajustando sus hojitas verdes.
-Hijo-le dijo su
madre, estás engalonándote. Tu tronco ha sido tallado por un escultor; serás la
envidia de la arboleda. ¡Eres hermoso!
-Cuidadoso,-
preguntó- ¿por qué soy tan diferente a
mis hermanos de la foresta? ¿Quién fue mi padre?- Ella respondió, tú no eres
hermano de los otros que nacieron de semilla certificada. Tú eres del fruto de
mi amor con el viento, por eso te llamo “Hijo del Viento”.
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El sombrío
bosque de eucaliptus arrastraba sus opacas ramas, sin lograr la gallardía del
“Hijo del Viento”. Alto. Alto soñaba con las estrellas, conversaba con el aire,
su sombra dibujaba imágenes. Ambicionaba
elevarse como un pájaro hasta llegar al infinito.
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-Amor querido -
pronunció su mapu - me estremeces, no
sigas fantaseando, te formé en mi
vientre, un día volverás a tu madre tierra; si te vas antes, una lágrima
humedecerá mis ojos.
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Las ramas del
álamo se enredaban con la luna facilitando a los amantes sus caricias al crepúsculo; las golondrinas juntaban sus
pajitas para crear sus nidos; los caminantes descansaban bajo sus sombras; los
niños traveseaban con sus ramas, para los acuarelistas era la inspiración de los paisajes chilenos. Los
coquis, conejos, lagartijas, retozaban entre los lirios, amapolas, margaritas;
los rojos algarrobos rodeaban el prado.
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Al empinarse el
amanecer, cayó una espesa neblina; los
cañaverales danzaban como brujas, entre los rayos y relámpagos: las
aguas del riachuelo, trazando un zigzag, ennegrecieron, los cuervos se
ocultaron. Entre los matorrales se distinguía la figura de un hombre armado de
un hachón que reptaba sigilosamente por el pasto. El álamo lo seducía. Su alma
tenía manchas negras; sus ojos se transfiguraban en moneditas de oro. Se
aproximó abatiéndolo en un excitante combate. Fue un golpe seco. Sus hojas
miraron al cielo; de agua corrió entre sus astillas. Su Mapu lo sostuvo, clamó
una bendición al cielo y abriendo sus brazos lo recibió con un profundo ronco
llanto.
Malvina Álvarez
Ramírez
Enero 5 de 2014
Santiago Las
Condes.
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